Edrix Cruzado
PINTURA La melodía del color de Edrix Cruzado
Me dicen que en su exposición anterior (no pude verla) presentaba lúcidos ensayos, según
corresponde a quien poco antes se había iniciado en la pintura. Lo de hoy es otra cosa, con más base. Edrix progresa y ofrece ya notas de madurez, sin que descarten cierto toque ingenuo, propias
de quien avanza por el camino de la visualidad desnuda, ajena a cualquier anecdotario, aunque traiga sugerencias y nos incline a bucear en el enigma.
Nos habla ahora de colores melódicos, en un recuerdo de aquellas
sinestesias -imagen en un sentido, cuando el estímulo afecta a otro- tan inspiradoras para las primeras vanguardias. En los recuadros de Edrix, en sus desarrollos geométricos, hay un aroma
constructivo y hasta suprematista. Pese a que sus disposiciones resulten estables, sosegadas, y las zonas que determinan se sensibilicen y se hagan cada vez más pictóricas.
Su carácter expresivo culmina en la "Constelación musical", la serie
herida por el gesto bajo control, que luego se cierra o cose con grapas o con alguna cuerda cuidadosa. Junto a esta secuencia de pequeños cartones, las telas, de mayor formato, evolucionan desde
el contraste amarillo-azul, desde lo que Edrix llama "Rojo alterado" o "Amarillo abierto", a través del cuadro con la banda, hasta algo más sutil, más complejo, más atmosférico, con similitudes a
hueco o vanos, muy explícita en "Ventana sin fondo". Sobria en la materia acentúa, no obstante, las calidades. Deja las zonas planas del comienzo y entra en tonos más conocedores, menos
elementales, más térreos.
Crece a ojos vistas una pintora. Capaz de entender la acción, el
impulso en la factura, frente al polo, muy distinto, de la lírica especialidad. En el que Edrix Cruzado destila gotas de sentimiento, de nostalgia, de fantasía, de misterio .
Ángel Azpeitia
Crítico de arte
9 de noviembre de 1995. Heraldo de Aragón. Artes y Letras. Galería
Moldurate.